La historia de la Hacienda San Jorge: de finca palmera a hotel con alma botánica
Hay lugares que se construyen y hay lugares que se cultivan. Hacienda San Jorge pertenece al segundo grupo. No nació como hotel, sino como una visión: la de integrarse al paisaje, no competir con él.
En un rincón de La Palma, sobre una antigua finca palmera, Don Francisco soñó con crear algo más que un alojamiento. Soñó con crear un refugio.
No es un hotel. Es una idea hecha espacio.
Francisco, su fundador, no levantó paredes. Diseñó caminos. No buscó lujos importados, sino autenticidad local. La arquitectura canaria, los nombres originales de la finca, los arcos, las sombras, los detalles… todo fue pensado para respetar lo que ya existía y darle una nueva vida.
Así nació un pequeño pueblo dentro del hotel. Un lugar donde caminar no es solo moverse, sino escuchar. Donde dormir es también pertenecer.
Un jardín que habla por sí mismo.
Los 10.000 m² de vegetación no están ahí por estética. Son memoria viva. Cada especie, cada curva del terreno, cada sendero tiene un origen. Y juntos crean una experiencia que no se explica con fotos.
No es solo un jardín botánico. Es un territorio sensible. Donde todo crece sin hacer ruido, y el huésped deja de ser turista para convertirse en habitante.
Arquitectura con alma, historia con raíces.
El edificio principal, los apartamentos, el árbol centenario bajo el que cada mañana se alargan los desayunos… no son diseño, son narrativa.
El nombre San Jorge no es decorativo. Es un homenaje a Saint Jordi, al antiguo dueño de la finca, al dragón que hoy da vida al logotipo y que simboliza una historia contada en voz baja.
Sostenibilidad que no necesita cartel.
Aquí no se grita que somos sostenibles. Se vive.
El agua caliente nace en placas termodinámicas. Aquí el producto local tiene prioridad. El silencio no es casual, es una decisión: la de no llenar de más lo que ya está completo.
Quien viene, no se va igual.
Hacienda San Jorge no busca convencer. Busca resonar. Hay quienes regresan por el jardín, otros por los gatos o por Lola, por el mar que se escucha desde la piscina, el personal. Pero, lo que de verdad los trae es algo más sutil: eso que no se fabrica ni se finge.
Y eso, en el mundo de los hoteles, es una rareza valiosa.
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